Cuando la sangre es de una mujer maltratada, la herida es de todos

vi1Ha vuelto a ocurrir, esta vez ha sido en la villa foral de Gernika, Bizkaia. Una mujer ha sido asesinada a cuchilladas por su marido. Jamás he entendido ni entenderé cuál es el impulso que lleva a una persona a tomar una decisión como esta. Lo que sí es cieto es que la sangría contra las mujeres continúa por mucha legislación que se haya promulgado al respecto.
Dicen los expertos que los orígenes de este tipo de violencia son múltiples; culturales, sociales, económicos, de consideración devaluada de la mujer, machismo, etc.
En definitiva, creo que se trata de una falta de respeto y consideración total hacia el otro, una falta de interiorización total de lo qué supone convivir con otra persona así como todas sus consecuencias.

Me parece que gran parte de la sociedad ha perdido sensibilidad ante este tipo de sucesos. Unos miran para otro lado y no dicen nada, otros se acomodan en la mayor de las indiferencias.

Sirvan estas palabras para que este tipo de actos no se vulevan a repetir y la persona de Kakun no caiga en el olvido como un número más de las frías estadísticas.

Kakun beti gogoan izango zaitugu.

Kakun no te olvidamos.

AURRERA!

2 Responses to Cuando la sangre es de una mujer maltratada, la herida es de todos

  1. Necesito respirar... dice:

    Historia de un crimen
    El Consejo General del Poder Judicial difunde un estudio que relata el calvario de 17 víctimas de la violencia de género. Izaskun denunció a su marido por malos tratos y retiró la acusación. Murió asesinada

    María Izaskun Jiménez Borja denunció a su marido por malos tratos el 5 de julio de 2004. Casi cinco años después, el 23 de marzo de 2009, Jesús Francisco Jiménez Jiménez la mató a puñaladas en Gernika.
    Entre ese 5 de julio y el 23 de marzo se desarrolla una historia que en 2009 se repitió 17 veces. Es el número de mujeres que ese año murieron asesinadas en España después de haber denunciado ante la Justicia a sus asesinos por malos tratos. Para que sean algo más que una cifra, sus nombres son: Izaskun, Cristina, María del Mar, Fabiola, Isabel, Meryem, Carmen, Emilia, María Francisca, Josefa, Nairobys, Mari Luz, Eva María, Elvira, Gabriela, Nilda y Ona.
    «Es difícil incorporar y transcribir en unos folios una larga historia de violencia que normalmente precederá al resultado de muerte». La frase pertenece a un informe elaborado por el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género, que ha sido difundido por el Consejo General del Poder Judicial. El texto relata el calvario de 17 mujeres que lo único que tuvieron en común es una historia de malos tratos y muerte. Una de estas mujeres fue asesinada en Gernika. Ésta es la historia de ese crimen.
    María Izaskun Jiménez Borja tenía 39 años cuando el 5 de julio de 2004 denunció a su marido. Acompañada por cuatro de sus cinco hijos, acudió ese día al centro de salud de la localidad navarra de Lodosa, donde residía. Allí aseguró que sufría constantes malos tratos físicos y psicológicos y pidió que la trasladaran al centro de urgencias para mujeres maltratadas. Una trabajadora llamó a la Policía, que tomó declaración a la mujer.
    Izaskun se atrevió entonces a contar su historia, que desvelaba una «relación de violencia importante y dilatada a través de los más de veinte años de convivencia matrimonial».
    El informe del CGPJ resume el relato de la mujer: «Se describían episodios de golpes con la escoba hasta partir el mango en su cuerpo, uso de látigo, golpes con varas, puñetazos, empujones, siendo arrastrada por el suelo, golpes con el gancho de la estufa, abriéndole varias brechas en la cabeza, ojos morados, labios rotos, piernas amoratadas, continuos insultos, humillaciones (profiriendo frases, entre otras como ‘te has hecho a los palos’), amenazas y otras violencias hacia ella, en presencia de los hijos y en público, y también delante de otros familiares, y golpes a los hijos comunes».
    ¿Cómo es posible que Izaskun aguantara durante tantos años esta vida de torturas? La respuesta se halla en las palabras de la mujer durante su declaración. «Refería sentir gran temor hacia su marido, ‘al que ve capaz de todo’, hasta el punto de señalar que no sabía cómo había sido capaz de irse de casa y denunciar».
    Miedo, culpa y ‘amor’
    Izaskun dijo también que «se sentía culpable de lo que estaba sucediendo aunque en el fondo sabe que ella no ha hecho nada». Y confesó que «la violencia se había producido incluso estando embarazada pero que ‘aguantaba todo esto porque estaba enamorada y lo quería’».
    Miedo, culpa y algo que a veces alguien llama amor se entremezclan en los 17 casos descritos por el CGPJ. El miedo es común y se palpa en frases como «me decía que si no estaba con él, ya se encargaría él de que no estuviera con nadie aunque tuviera que ir a la cárcel y el niño se lo tuviera que quedar otra familia»; «yo me iré a la cárcel, pero te cortaré el cuello» o «te voy a matar el día menos pensado, si no eres para mí no eres para nadie».
    Todas estas frases fueron relatadas por las mujeres ante el juez antes de ser asesinadas por los autores de las amenazas. Los hombres ya habían advertido de lo que finalmente ocurrió, pero nada se hizo o nada se pudo hacer. A veces fue porque la Justicia no valoró la seriedad de las amenazas, otras porque las víctimas se negaron a ratificar sus propias denuncias. Algunas veces parecían resignadas a su suerte, como si su salvación fuera imposible. «Cuando bebe se pone agresivo», justificó Ona, que no quiso declarar contra su pareja y se negó a ser examinada por un médico. La habían encontrado poco antes «llorando, con toda la cara golpeada, los dos ojos amoratados, el tabique nasal también amoratado y brazos con moratones». Murió el 6 de octubre de 2009 a causa de la paliza que había recibido tres meses antes.
    Miedo y una especie de amor extraño explican por qué las mujeres se niegan a denunciar a sus futuros asesinos. Después de 30 años de violencia física y psíquica habitual, Isabel dijo en el juzgado que no quería presentar ninguna denuncia, «que quería que se dejase sin efecto el auto de alejamiento» contra su marido porque «deseaba seguir viviendo con él y que la declaración la hacía libre y voluntariamente». Aseguró, además, que «no teme por su vida ni por su integridad física». Seguía afirmando lo mismo cuatro meses antes de morir asfixiada: «Mi marido no ha hecho nada grave, nos queremos y quiero seguir viviendo con él».
    «Porque la quiero»
    María Izaskun solicitó una orden de protección y el alejamiento de su marido. La hija mayor ratificó la denuncia de su madre y también pidió protección para ella y sus hermanos. Todos temían a Jesús Francisco Jiménez, quien negó todas las acusaciones cuando fue arrestado. «Nunca he pegado a mi mujer porque la quiero», aseguró.
    El detenido quedó días después en libertad provisional y se le prohibió acercarse a su esposa durante seis meses. El 2 de agosto de 2004, Izaskun renunció a cualquier acción civil y penal contra su marido. «Pidió el archivo de las actuaciones y mostró su deseo de que el conflicto se arreglara» por un acuerdo. Más tarde, una de las hijas renunció también a iniciar acciones legales.
    El 11 de agosto llegó al juzgado un informe pericial que describía el estado psicológico de la mujer y sus hijos. «Se reflejaba sintomatología depresiva, ansiógena y actitud paranoide, explicable por la situación que estaba viviendo, refiriendo sentimientos de culpabilidad y responsabilidad por la situación de su marido».
    Pese a todo, el procedimiento judicial no cesó y el 3 de mayo de 2006 se dictó una sentencia de conformidad por el que Jesús Francisco Jiménez fue condenado por un delito de malos tratos habituales a no poder aproximarse a una de sus hijas durante un año y a no poder llevar armas durante dos años. También se le condenó a pagar a su mujer una multa de 900 euros y a una hija 2.700 euros. Nunca las terminó de pagar.
    A pesar de todo, la familia no se separó. Sus miembros se trasladaron de Lodosa a Busturia, y de allí a Gernika, donde llegaron en mayo de 2007. Nada había cambiado, sólo la población. Después de que todo ocurriera, los vecinos recordarían las frecuentes peleas entre el matrimonio.
    El 23 de marzo de 2009 María Izaskun Jiménez Borja murió apuñalada en Gernika, en presencia de un hijo menor de edad. Otra hija, de 19 años, resultó gravemente herida. Después de acuchillarlas, Jesús Francisco Jiménez Jiménez salió a la calle con normalidad y entró en un bar para comprar tabaco. Cuando fue detenido confesó lo que había hecho.

    http://www.diariovasco.com/v/20100509/al-dia-sociedad/historia-crimen-20100509.html

  2. Necesito respirar... dice:

    YO CONOCÍ a IZASKUN JIMÉNEZ.

    Izaskun Jimenez ha pasado a la historia – triste historia – por haber sido la primera mujer asesinada por su marido en el País Vasco, concretamente en Guernica. Nos estamos acostumbrando, en el caso de las mujeres maltratadas, a que las víctimas mortales sean un número, y pasen al final del año a formar parte de una estadística, y que nos digan que han sido dos más o dos menos que el año anterior, y ahí queda todo. A lo sumo nos acordamos unos días, de los hijos que dejan, solos y a veces también heridos. Pero no pensamos en su vida, no reconstruimos su historia, no entramos en cómo ha vivido hasta llegar este momento. En algún periódico, el título del artículo era: “Izaskun, una vida bajo el miedo”. Sí, eso parece que fue su matrimonio, pero ¿antes? ¿cómo fue lo de antes? Os lo voy a contar.
    Izaskun nació en Tolosa, en una familia de etnia gitana, muy numerosa y con muchas necesidades. Un sacerdote, coadjutor de la Parroquia y Capellán del Colegio de las Hijas de Jesús, tenía amista con los padres, y exponiéndole ellos los problemas con una hija más, decidieron, de común acuerdo que la familia del Capellán fuera su familia de acogida, sin marcar tiempos. Izaskun fue creciendo en una familia que la quería como a otra hija más, cuidada, atendida, bien educada. Cuando tuvo la edad adecuada, fue al colegio de las Hijas de Jesús, y allí fue otra alumna más, acogida y querida por las demás niñas, por las profesoras. A Izaskun nadie la trató como distinta; los niños, sobre todo, no entienden de estos prejuicios.
    La familia del Capellán se preocupaba de que no perdiera el contacto con sus padres y hermanos. Izaskun fue una niña feliz, fue creciendo en un ambiente positivo, en casa y en el colegio. Ella quería a su familia, pero valoraba lo que estaba haciendo por ella su “otro hogar”.
    Llegó el momento de su adolescencia, y sus padres quisieron tenerla con ella y con los demás hijos. Fue un dolor salir de aquella casa en la que tanto habían hecho por ella, pero no podía negarse al deseo de sus padres. También fue dolorosa para la familia Lasa; siguieron queriéndola, aunque ya no la veían tanto.
    Sin juventud, pasó de la adolescencia a ser esposa y madre. Casi todo lo demás ya lo sabemos.
    En Tolosa no se le ha olvidado. D. José Antonio Lasa ha celebrado una Eucaristía por ella, y, después de tantos años, le temblaban los labios y el corazón.
    También ha habido una concentración de repulsa, delante de la iglesia de los franciscanos, con mucha asistencia de personas, de todos los estilos y edades.
    Tampoco el Colegio te olvida. Te seguimos viendo en las clases, jugando por los patios y los columpios, rezando en la Capilla. Recordamos sobre todo la felicidad que has vivido en un hogar de Tolosa que te dio toda su entrega y cariño, para quienes eras la hija, la hermana pequeña.

    Tu Colegio.

    http://www.vivirfi.org/2009/04/yo-conoci-izaskun-jimenez.html

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